Un agente inmobiliario es la figura encargada de asesorar a aquellas personas que desean vender, comprar o alquilar un inmueble. Es decir, un agente inmobiliario puede operar en favor de cualquiera de las dos partes implicadas en un proceso de transacción inmobiliaria: bien como asesor del propietario de un bien raíz, bien como asesor del futuro inquilino —aquel que busca comprar o alquilar una vivienda. Para convertirse en agente inmobiliario es necesario realizar una serie de cursos, mediante expertos en formación inmobiliaria, y obtener un certificado, aunque esta titulación varía dependiendo de cada país y su correspondiente legislación. Por ello, en este artículo dejaremos de lado todos los aspectos relacionados con la certificación para centrarnos en un par de consejos clave que harán del interesado en la materia un buen agente inmobiliario.
El primer paso de cara a un buen asesoramiento pasa por haber recabado la mayor cantidad de datos posible acerca del inmueble con el que tratamos. Para ello, y cuando entramos en contacto con un propietario, no debemos escatimar en preguntas, aún a riesgo de parecer quisquillosos. De este modo, el propietario se dará cuenta de hasta qué punto estamos involucrados en el proceso. Si a esta primera buena impresión logramos sumar un posterior buen trato, el propietario quedará encantando y nos recomendará o contará con nosotros para futuras operaciones. Y lo mismo sucede si con quien tratamos es con un comprador o arrendatario, solo que en este caso será él quien realice la mayoría de preguntas. En este caso, no hemos de limitarnos a responder con monosílabos, sino que intentaremos ofrecer la mayor cantidad de información útil posible. Para ello será imprescindible que, como comentábamos en el párrafo anterior, nos hayamos informado con detalle y profusión, y no solo respecto a la vivienda que nos ocupa: debemos tener un amplio conocimiento del mercado local. Además, a toda esta acumulación de datos que debemos manejar con soltura hemos de añadir un componente crucial: el instinto. Gracias a nuestra intuición sabremos guiar el discurso y las preguntas de nuestro cliente, despertando en él el interés según atisbemos cuáles son sus deseos y expectativas.
Establecer una relación de confianza con nuestros clientes es un requisito indispensable. En ciertas ocasiones, el trato puede llegar a ser casi como si del que se da en una amistad se tratara. Ello repercutirá beneficiosamente para ambas parte, ya que tu cliente se sentirá más tranquilo y se abrirá más, ofreciéndote detalles que te resultarán muy valiosos a la hora de realizar tu labor. Asimismo, es recomendable que extiendas este trato cercano a tus compañeros de oficio, ya no solo porque también así obtendrás información de primera mano, sino, sobre todo, porque establecerás vínculos emocionales que generarán una atmósfera general mucho más placentera. Tanto la detallada recopilación de datos como la cercanía con tus clientes y compañeros te permitirán multiplicar tus perspectivas sobre el vasto e intrincado negocio inmobiliario, convirtiéndote así en un mejor profesional y, detalle no poco importante, en mejor persona.